Durante mucho tiempo y hasta ahora, en nuestra cultura occidental se midió la profundidad del pensamiento por la magnitud de las observaciones trágicas, incluso apocalípticas. Las ideas, cuanto más densas, obtienen más reputación y reconocimiento intelectual. La entronización del pesimismo lleva a la exageración de observaciones siniestras que pronostican desgracias.
Esa tendencia instalada en la consciencia colectiva lleva a mucha gente a identificar el humor y la risa con algo superficial, ajeno a la inteligencia. No se toma en cuenta ni se le da valor al ingenio de la ironía, de la parodia, del sarcasmo. Se podría argumentar que el presente no está para sonreír siquiera: pandemia, guerra, enfrentamientos, economías…
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Fuente: Abc Color – www.abc.com.py